Esta fue una pregunta que me hizo hace unos 10 años mi amigo Óscar de Grado, a la que en su día no supe contestar. Le respondí sin estar muy seguro y por suponer algo, que imaginaba que durante la relación sexual habría músculos relacionados con la micción que estarían comprimidos, la orina retenida, incluso que el pene se utilizaba para otra función y que después del coito, en su relajación se podría poner en marcha el mecanismo para orinar que había sido contenido.

Esta respuesta no le satisfizo prácticamente nada, al igual que a mi. De hecho hay ocasiones en las que antes de tener una relación sexual he pasado por el baño para orinar y aún así, después de un coito no excesivamente largo, vuelven a aparecer ganas de ir al servicio. Así que, con el tiempo, cuando una pregunta la tengo sin resolver, y aparecen signos que me evidencian respuesta, mi cabeza se pone a pensar y a relacionar hechos y lógica.

Hoy, mi contestación a esta pregunta es completamente diferente y además le encuentro una utilidad biológica clara.

Hipótesis: Después de mantener una relación sexual en la que ha habido eyaculación masculina, orinamos para limpiar el canal urinario y prevenir de esa forma posibles infecciones.

En mi experiencia, coincide que las dos únicas ocasiones, en las que he tenido dolorosa infección de orina, había tenido una relación sexual la noche anterior, no oriné tras el coito, y me encontraba en África, con escasa medidas higiénicas. Estos dos hechos ocurrieron en años diferentes y separados y en países distintos, por lo que descarto que coincidan con un periodo de depresión inmunológica y sin embargo sí los vinculo con esos otros factores: Eyaculación sin micción posterior y falta de higiene.

Es muy probable que en un país tecnológicamente avanzado donde nos duchamos con jabón y agua clorada, no orinar tras eyacular, no signifique tener una infección de orina.

Debemos tener en cuenta sin embargo que la mayoría de la población mundial no vive en tales condiciones y que en el pasado, las condiciones de vida, de agua y de higiene de los seres humanos eran mucho más parecidas a las que se tienen hoy en día en cualquier país africano que en cualquier país europeo, de modo que orinar tras una relación sexual y así limpiar el canal urinario de restos de semen, implica una ventaja fuerte frente a no hacerlo.

Recordemos que el fluido seminal tiene una alta concentración de glucosa para poder alimentar a los espermatozoides en su viaje hacia el óvulo. Este glúcido es fácil y perfectamente aprovechable por cualquier bacteria oportunista que pudiera instalarse en el canal urinario del pene y al tener nutrientes, proliferar y generar una infección.

Es previsible además que la composición química de la orina tras la eyaculación difiera de la composición química antes de la relación sexual. Es previsible que sea más antiséptica. Por poner un ejemplo, podríamos encontrar algún parámetro variado como pudiera ser el pH, quizá más ácido y así prevenir infecciones.

En la mujer sin embargo, los fluidos vaginales y la flora vaginal mantendrían a raya una posible infección.

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